La Economia de las Olimpiadas
12 ago 2024
Francisco García Benavides
Economía Política Internacional y Desarrollo Económico. Contacto: franciscogb@tec.mx
El mundo tiene la mirada en Paris, que está albergando los Juegos Olímpicos. Esta es la tercera ocasión en la que las Olimpiadas se celebren en la ‘Ciudad de la Luz’, tras las ediciones de 1900 y 1924. Sin embargo, organizar estos eventos internacionales se ha convertido en un magno desafío, ya que resulta financieramente insostenible.
En las últimas décadas, las Olimpiadas han estado marcadas por sobrecostos en los presupuestos, deuda a largo plazo, despilfarro de infraestructura, conflictos políticos y hasta daños ambientales. De hecho, un estudio de la Universidad de Oxford de 2024 evidencia que, desde 1960, el costo real de organizar los Juegos se ha triplicado con respecto a la estimación inicial.
Hay mucho debate sobre los gastos y beneficios de preparar estos eventos. La realidad es que las ventajas potenciales son, en la mayoría de los casos, exageradas o incluso inexistentes.
Por ejemplo, Montreal, que celebró los juegos en 1978, logró saldar su deuda hasta el 2006, mientras que Atenas 2004 aún enfrenta los pasivos acumulados por sus esfuerzos olímpicos, lo que acabo contribuyendo a la crisis financiera del país que casi derrumba toda la Eurozona en el 2011.
Asimismo, Río de Janeiro 2016 se excedió en 1,600 millones de dólares. Por si fuera poco, Tokio 2020 continúo con esta preocupante tendencia, agravada por el retraso derivado de la pandemia de la COVID-19.
En respuesta, varias localidades han retirado sus candidaturas para futuros eventos como Budapest (Hungría), Estocolmo (Suecia) y Cracovia (Polonia) o han reducido sus planes, reflejando un creciente escepticismo.
Pero, ¿cómo es que los costos se han vuelto tan onerosos? Y, ¿superan los gastos los beneficios potenciales?
Históricamente, para las metrópolis desarrolladas, especialmente en Europa y Estados Unidos, organizar las Olimpiadas era factible antes de la cobertura televisa. Esto porque lograban recurrir al financiamiento público para realizarlas, beneficiándose de economías sólidas e infraestructura avanzada, pudiendo soportar los gastos.
Aunque, todo cambio en la década de los setenta. Andrew Zimbalist, experto en el impacto económico de los Juegos Olímpicos, señala que a partir entonces los Juegos crecieron rápidamente: el número de participantes prácticamente se duplicó y el número de eventos aumentó en un tercio.
Además, el asesinato a los estudiantes previo a los Juegos de la Ciudad de México en 1968, junto al ataque terrorista del grupo militante palestino Organización Septiembre Negro contra atletas israelís en los Juegos de Múnich de 1972, deterioró la imagen de las Olimpiadas y aumentó el recelo por contraer deudas para organizar estos eventos.
En la actualidad, las urbes deben invertir cientos de millones de dólares en los procesos de licitación, planificación, consultoría y organización. Por lo tanto, obtener la candidatura coloca a las ciudades bajo una inmensa presión para construir o mejorar las instalaciones deportivas como pistas especializadas, centros acuáticos, velódromos, canchas y estadios, junto con mejoras generales en infraestructura, que incluyen viviendas, transporte, ampliaciones de aeropuertos y hasta vías ferroviarias.
No es de extrañar que el Comité Olímpico Internacional (COI) exija que las ciudades sede cuenten un mínimo de cuarenta mil habitaciones de hotel disponibles.
Además, a medida que los costos de construcción se disparan, los ingresos generados por la justa olímpica suelen cubrir solo una fracción de los gastos. Un caso paradigmático es el de Pekín 2008, donde se generaron apenas 3,600 millones de dólares frente a los casi 50,000 mil millones de dólares que costaron.
Esto sin considerar que el COI retiene más de la mitad de los ingresos televisivos, que son la principal fuente de ingresos, dejando a la ciudad anfitriona con una proporción menor de las ganancias.
El impacto sobre el turismo también es ambivalente. Si bien localidades como Barcelona, que fue sede en 1992, experimentaron un aumento en el turismo, otras como Pekín, Londres y Salt Lake City vieron disminuciones. Las preocupaciones sobre la seguridad, el hacinamiento y los precios más altos disuaden a los visitantes, socavando los posibles beneficios económicos.
Un caso notable es el de la capital francesa, donde el turismo disminuyó un 8 por ciento en junio y 15 por ciento en julio, lo que representó perdidas millonarias para la urbe. Una investigación realizada por los economistas Stephen Billings y Scott Holladay confirma estadísticamente que los efectos en el crecimiento económico del país anfitrión son prácticamente nulos.
Por todo esto, con las condiciones actuales, conseguir una medalla de oro olímpica parece más fácil que organizar unos Juegos Olímpicos, debido a los desafíos financieros y logísticos que representan y a su limitado impacto económico.