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Elecciones y el poder de la identidad en la Unión Europea: Descubriendo la influencia del Parlamento Europeo

8 jul 2024

Anna Karla Uribe Escalante

Experta en Estudios Latinoamericanos, Globalización, Regionalización y Geopolítica.

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

 

Artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

 

A inicios de junio del 2024, los ciudadanos europeos, eligieron a los 720 eurodiputados que formarán parte del Parlamento Europeo (PE, en adelante) por un período de cinco años. [1] La relevancia del Parlamento no es menor, ya que con base en el Tratado de Lisboa, vigente desde 2009, posee tres tipos de poderes: el de control (realizar un seguimiento de otras instituciones, el correcto uso del presupuesto de la Unión Europea (UE, en adelante) y garantizar la correcta aplicación de la legislación comunitaria); el legislativo (puede aprobar o rechazar la propuesta legislativa o proponer enmiendas a la misma); y el presupuestario (vota a favor o en contra del presupuesto general).

 

Asimismo, elige la presidencia de la Comisión Europea (hoy encabezada por la alemana democristiana Ursula von der Leyen), uno de los órganos ejecutivos de la UE, y esta decisión “debe reflejar los resultados de las elecciones europeas y, por lo tanto, de la elección de los votantes” (Gazol, 2015: 141).

 

A los roles mencionados, el Tratado de Lisboa, da al PE “el rol de guardián de la Carta de los Derechos Fundamentales, así como el derecho de iniciativa ciudadana, que les permite solicitar nuevas propuestas políticas si un millón de personas han firmado una petición”. Lo anterior, en cierta medida, abre una ventana para que la ciudadanía pueda influir en la creación de políticas públicas en el marco de la UE.

 

Sin embargo, es importante señalar que el PE tampoco es un órgano que determine el porvenir institucional de la UE (por lo menos en el corto y mediano plazo), ya que no elabora leyes, sólo aprueba las leyes propuestas por la Comisión Europea y no determina a qué rubros se asigna el presupuesto, lo cual hace que su potencia sea limitada.

 

En realidad, la UE, a pesar de la muy proclamada supranacionalidad, es un regionalismo cuya agenda está determinada a nivel nacional (con preponderancia de los países con mayor población y peso político, destacando el rol de Alemania y Francia). De ahí que el Consejo Europeo (órgano de carácter ejecutivo y actualmente presidido por el belga Charles Michel), integrado por los jefes de Estado o de Gobierno de los miembros de la UE, sea el órgano que define los grandes objetivos del regionalismo; de esta manera, los intereses nacionales se sobreponen a los intereses comunitarios.

 

Respecto a este órgano ejecutivo, resulta imprescindible resaltar que la elección de su presidente está vinculada con las necesidades coyunturales y de la agenda que se pretende plantear tanto al interior como al exterior de la región.[2] De esta manera, no sorprende que la propuesta para suceder a Charles Michel sea un socialdemócrata, el ex primer ministro portugués António Costa.

 

Destaca el giro respecto a la juventud y perfil tecnocrático que representaba el político belga; específicamente, el portugués ofrece las siguientes ventajas: promoción de una agenda multilateral de largo plazo, vinculada con su madurez, lo cual le otorga una autoridad política y moral necesaria frente a la actual polarización europea y el auge del populismo de ultraderecha;[3] su carácter pragmático y su capacidad como mediador, fomentado por una personalidad carismática que facilita el diálogo; su posicionamiento político como progresista y socialdemócrata (una economía de mercado regulada, la protección de los derechos laborales, la igualdad de género, aboga por políticas sociales inclusivas, la lucha contra las desigualdades, la protección del medio ambiente, la defensa de los derechos humanos y la justicia social), lo cual es un gran incentivo para lidiar con las fuerzas euroescépticas que se sienten excluidas de los beneficios que brinda la UE;  su presencia es un estímulo para frenar la xenofobia y aporofobia al interior de la UE, ya que él posee un origen indio-portugués, representando la diversidad y la integración cultural, enviando un mensaje poderoso contra la discriminación y la intolerancia, sobre todo, frente a la actual crisis migratoria.

 

Con estos elementos sobre la mesa, que brindan un panorama resumido de algunos órganos estratégicos de la UE, es posible pasar al análisis de los resultados de las elecciones al PE. Para empezar, es importante decir que la mayoría absoluta en las elecciones fue mantenida por los partidos tradicionales, es decir, el Partido Popular Europeo (Demócrata-Cristianos) y el Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo, los cuales obtuvieron 185 y 137 escaños respectivamente. Sin embargo, se dio un avance significativo en los escaños obtenidos por las fuerzas de ultraderecha, de ahí la relevancia de repensar estos resultados.

 

Los resultados son una demostración, en primer lugar, del escenario polarizado al interior del espacio europeo y, en segunda instancia, del creciente sentimiento antieuropeísta, el cual se deja ver en el voto a representantes cuyas propuestas están en la exclusión de los otros a través de la apuesta por la necropolítica (especialmente con agendas antiinmigración, donde la crisis civilizatoria, exacerbada por la crisis del 2008 y luego por la pandemia por el COVID-19, ha provocado una política que ya se convertía en hegemónica: que los migrantes deben permanecer fuera de las fronteras);[4] y en la exaltación del adentro, del nacionalismo exacerbado, el cual es un firme giro a cualquier regionalismo, cuyo fundamento es la capacidad para unir y ver a la diversidad como una agencia esencial del multilateralismo en el siglo XXI.


En efecto, ya desde la crisis de 2008 se veía un giro al lema de la UE, creado en el año 2000: “Unida en la diversidad”, el cual progresivamente y por las divergencias internas fue mutando a la “Unión a distintas velocidades”, una comanda que podría interpretarse como un “sálvese quien pueda”, la vieja cantaleta de la supervivencia de “los más fuertes”. 

 

Se debe decir que este sentimiento antieuropeísta, está ampliamente vinculado con lo que se podría nombrar como el “Caballo de Troya” de la UE: la falta de identidad europea.  La identidad debe ser entendida como el “conjunto de valores que aportan un significado simbólico a la vida de la gente por el procedimiento de reforzar su individualidad (o su autodefinición) y su sensación de pertenencia a una comunidad de referencia” (Castells, 2018: 263). La importancia que la UE brinda a lograr mayor identidad es fácilmente rastreable al analizar el presupuesto de este regionalismo, donde se observa que, de los 189,400 millones de euros del presupuesto total para 2024, poco más de 74 millones de euros se destinan al rubro de cohesión, resiliencia y valores.

 

El dilema de la identidad y su crisis puede ser buscado en los antecedentes y en el origen de la UE en 1992, ya que desde la creación del Plan Schuman y la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA) en 1950 y su sucesor el Tratado de Roma y la Comunidad Económica Europea (CEE) de 1957, fue un regionalismo que antepuso la integración regional (es decir el ámbito económico-comercial), a la regionalización (esfera sociocultural), la búsqueda por una identidad común ha sido uno de los mayores límites a la supuesta “supranacionalidad”.

 

La pregunta sigue siendo ¿Cómo generar unión en espacios desiguales, donde a falta de beneficios individuales y del grupo más próximo, la bandera y el reducido territorio nacional se convierten en la panacea? Esto es de vital importancia ya que el sentimiento antieuropeísta es frecuente en las clases sociales más pauperizadas. “Cuantas más penalidades económicas y sociales ha sufrido o está sufriendo el país, menor es la apreciación de los beneficios de miembro de la UE (…). Sentirse predominantemente europeo, es un atributo de una clase social alta. Eso explica la correlación contraria, entre sentirse explotado y marginado y sentirse natural de un país y no europeo" (Castells, 2018: 63, 278). Por lo tanto, es posible afirmar que la identidad europea es una identidad débil. Y su debilidad la hace vulnerable a cualquier perturbación importante en la UE, ya sea económica, geopolítica o migratoria.

 

Esta creciente desigualdad entre los europeos y la capacidad de pocos para sentirse “ciudadanos del mundo” (es decir, con empleos que dan oportunidad de tener una calidad de vida relativamente ostentosa y viajar fuera de sus países de origen, la obtención de becas y/o estudiar y trabajar en el extranjero), ha dado pie al crecimiento de la ultraderecha en el PE y también en los países miembro de la UE, abriendo una crisis interna en países como Francia, Alemania, Italia, Austria, Hungría y Bélgica.

 

El caso francés debe ser destacado, ya que la Agrupación Nacional de Marine Le Pen obtuvo más del doble de votos que la lista respaldada por el presidente Emmanuel Macron en el PE. Asimismo, en las elecciones anticipadas del parlamento francés, se ha dado un resultado que no brinda estabilidad al escenario interno; el Nuevo Frente Popular (partido que se reconoce como de izquierda) liderará los escaños, seguido por la coalición Juntos del presidente Emmanuel Macron y el partido de Marine Le Pen Agrupación Nacional. Ninguna de las tres principales fuerzas políticas consiguió la mayoría absoluta de escaños, y Macron se enfrenta a una encrucijada para escoger al futuro primer ministro del país dada la reciente decisión del actual primer ministro, Gabriel Attal, de presentar su dimisión.

 

La problemática de este escenario es que el ascenso de la ultraderecha puede condicionar a los gobiernos, por ejemplo, “el presidente del partido ultraderechista Agrupación Nacional, Jordan Bardella, propuso recortar la contribución de Francia al presupuesto de la UE en tres mil millones de euros si se convierte en primer ministro tras las elecciones anticipadas” (COMEXI, 2024).  Lo anterior, puede paralizar cualquier avance en el proceso de mejorar la integración europea y sus próximos procesos de ampliación que podrían fortalecer el espacio de influencia geopolítica de Europa en la disputa por el Heartland eurasiático.[5]


En conclusión, se puede afirmar que el rediseño de la UE a través de la denominada “Unión a distintas velocidades”, planteada desde la crisis del 2008 y acentuado durante la pandemia de la COVID-19, es un claro indicio de un realismo político de nuevo cuño, donde se prioriza la idea de la soberanía nacional y la unión desde la diversidad se subsume frente a la búsqueda de una unión desde la homogeneidad con beneficio de diversos “intereses nacionales” que, en realidad, son intereses privados de las élites en el poder y que busca la exclusión. Por ende, la solidaridad europea, se termina ante la frontera (Castells, 2018: 31).

 

Por ello, no se puede negar que la UE se trata de una construcción vertical, dirigida por pocos, en un acto que aparenta representar a 448 millones de personas. Estamos ante la presencia de un Occidente donde se da una revitalización del realismo político frente a la crisis civilizatoria. La Europa amurallada, donde sin lugar a duda, la promoción de políticas proteccionistas y antiinmigración puede llevar a un aumento de los conflictos internos y a la inestabilidad, tanto dentro de los países miembros como en sus relaciones con otros Estados y con la propia UE. Asimismo, el castillo de las certezas bajo el cual se ha presentado Europa se derrumba con la presencia de movimientos de ultraderecha, los cuales afectan negativamente la imagen de la UE como un regionalismo comprometido con los derechos humanos, la democracia y la cooperación internacional.



[1] El número de escaños al Parlamento, de acuerdo con la página oficial de este organismo de la Unión Europea, se asigna en función de la población de cada Estado miembro. El número mínimo de eurodiputados por país es de 6 (Malta, Chipre y Luxemburgo) y el máximo es de 96 (Alemania). Los eurodiputados no están colocados por delegaciones nacionales, sino en función del grupo o partido político al que pertenecen en el marco del espectro político europeo. Para ampliar sobre las funciones del PE, se recomienda revisar el texto: https://www.europarl.europa.eu/erpl-app-public/factsheets/pdf/es/FTU_1.3.3.pdf

[2] El catalán Joseph Borrell Fontelles será muy posiblemente sustituido en su rol como el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad por la primera ministra de Estonia, la liberal Kaja Kallas. Destaca su nombramiento, sobre todo, en la disputa entre Ucrania y Rusia, siendo Kallas, una crítica importante de la invasión rusa y quien seguramente buscará aliados para la causa ucraniana tanto en el espectro europeo, como en el exterior, lo cual puede facilitar el ingreso de Ucrania como miembro a la UE.

[3] Se entiende por populismo de ultraderecha a la propuesta política y modelo de gobierno que se enfoca en la defensa de valores tradicionales, la identidad nacional, la seguridad y la protección de las fronteras con tintes autoritarios y regímenes centralizados. Una de sus características más destacables se encuentra en la demonización de minorías, de poblaciones migrantes; por lo tanto, apuesta por la segregación cultural y racial. Su promesa está en la supuesta restauración de la grandeza de la nación a través de políticas nacionalistas frente a la globalización y los regionalismos, así como la instauración de políticas y proyectos proteccionistas. A pesar de ello, es relevante señalar que la ultraderecha europea no es homogénea y dependiendo del país que se analice existirán variaciones.

[4] La necropolítica es un término acuñado por el camerunés Achille Mbembe que “apunta no sólo a una política que maneja el derecho a matar sino también el derecho a exponer a otras personas a la muerte, obligando, en muchos casos, a algunos cuerpos a permanecer entre la vida y la muerte” 

[5] En junio de 2024, la Unión Europea inició conversaciones de adhesión con Moldavia y Ucrania, mediante dos conferencias intergubernamentales con cada país en Luxemburgo. La presidente de Moldavia, Maia Sandu, y su homólogo ucraniano, Volodymyr Zelensky, expresaron su gratitud y reiteraron su compromiso con “la prosperidad y la paz” europeas (COMEXI, 2024).


Fuentes de consulta

 

Castells, Manuel. et al. (eds.) (2018). Las Crisis de Europa. Alianza Editorial. Madrid, España.


COMEXI. 2024. Europa, análisis mediático, semana del 20 al 26 de junio de 2024. Expediente


COMEXI. Año 3. N°24. Ciudad de México, México.


Gazol, Antonio. (2015). Bloques económicos. UNAM. Ciudad de México. México


Parlamento Europeo. (2024). El PE después del Tratado de Lisboa: un papel más importante en la construcción de Europa. Recuperado en https://www.europarl.europa.eu/about-parliament/es/powers-and-procedures/the-lisbon-treaty#:~:text=El%20Parlamento%20es%20el%20guardi%C3%A1n%20de%20la%20Carta,personas%20han%20firmado%20una%20petici%C3%B3n%20en%20tal%20sentido.


Manrique, Patricia. (2020). Hospitalidad e inmunidad virtuosa. En  Amadeo, Pablo (editor.). (2020). Sopa de Wuhan. ASPO. Recuperado de https://www.academia.edu/42610686/Hospitalidad_e_inmunidad_virtuosa


RT. (2024). ¿Qué opciones tiene Macron al quedarse con un Parlamento colgado?. Recuperado de  https://actualidad.rt.com/actualidad/515283-opciones-tiene-macron-ahora-no-mayoria-absoluta-parlamento

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