El Salvador es un país pequeño tanto en tamaño como en población, con sólo 6,5 millones de personas pero sumamente relevante en el contexto actual de América Latina. Cerca de un tercio de sus hogares viven en la pobreza, mientras que el Banco Mundial dice que el ingreso per cápita es de 3.560 dólares. Los salvadoreños que buscan una vida mejor se han unido a caravanas recientes de migrantes que recorren México con la esperanza de llegar a Estados Unidos, ¿cuál es su futuro?
El domingo 4 de febrero, el presidente Nayib Bukele de El Salvador anunció oficialmente su exitosa, y controvertida, reelección obteniendo un el 85% de los votos. Con ello. Bukele está listo para liderar por otro mandato de cinco años.
Bukele, de 37 años, hizo su debut político en 2012 como alcalde de un pequeño pueblo con el FMLN y ganó las elecciones en la capital tres años después, lo que lo convirtió automáticamente en un potencial contendiente presidencial. Pero sus frecuentes críticas al liderazgo del partido de izquierda hicieron que lo expulsaran y se postuló para la presidencia como el improbable abanderado de la pequeña y conservadora Gran Alianza para la Unidad Nacional.
El FMLN y la conservadora Alianza Republicana Nacionalista, conocida como ARENA, habían dominado la política de El Salvador desde que un acuerdo de paz de 1992 puso fin a la guerra civil. Pero ambos partidos se han visto manchados por escándalos de corrupción y ninguno ha podido frenar la violencia de las pandillas.
El éxito electoral de Nuevas Ideas significa que Bukele ejercerá un poder sin precedentes y podrá reformar la constitución de El Salvador, lo que sus oponentes temen resultará en la eliminación de los límites de mandato.
Además, el presidente afirma que su partido ha conseguido un mínimo de 58 de 60 escaños en la Asamblea. Si las cifras son ciertas, Bukele sugiere que este logro establece un récord en toda la historia democrática del mundo.
Carlos Callejas, de la Alianza Republicana Nacionalista, terminó en un distante segundo lugar con menos del 32 por ciento, mientras que aún más atrás quedó el ex Ministro de Relaciones Exteriores Hugo Martínez del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y un candidato de un partido menor.
Al superar el umbral del 50 por ciento, Bukele ganó claramente y evitó la necesidad de una segunda vuelta en marzo contra el segundo clasificado.
Bukele reclamó la victoria incluso antes del anuncio formal de los resultados, invitando a una multitud jubilosa en la capital de San Salvador a celebrar en las calles.
Los cuatro candidatos prometieron poner fin a la corrupción, acabar con la violencia de las pandillas y crear más empleos, con la eliminación del crimen en la cima de la agenda, pero la campaña de Bukele resonó más entre sus compatriotas y las encuestas lo habían señalado como el fuerte favorito de cara a las elecciones.
De acuerdo con las cifras de la controvertida "guerra contra las pandillas" y el Plan Control Territorial de Bukele, se estima que aproximadamente 67,000 salvadoreños pertenecen a pandillas que llevan a cabo actividades de extorsión, asesinato y otras formas de violencia.
Los candidatos propusieron crear oportunidades económicas y restaurar valores sociales para disuadir a los salvadoreños de involucrarse en conductas criminales.
Estuvieron presentes más de 4.500 observadores electorales, incluidos representantes de la Organización de Estados Americanos y la Unión Europea. No hubo informes de problemas importantes en la votación.
La elección de Bukele, pone sobre la mesa un debate abierto sobre los estándares democráticos y los procesos de consolidación de este régimen en América Latina. Particularmente, aumenta el número de regímenes híbridos en la región, ante un contexto en donde pareciera que la ciudadanía está dispuesta a reducir o eliminar ciertas libertades y derechos de su vida con tal de contar con seguridad en su sentido más tradicional.
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